No cuenta nada, y el caso es que lo resuelve todo. La trilogía Essex County, de la que ya os he hablado aquí alguna vez, finaliza con este La enfermera rural y me deja la sensación de pasar por delante de una obra sencilla, natural, casi imperceptible y sin embargo sorprendentemente hilvanada. Jeff Lemire es un tipo que dibuja bien, pero sobre todo que cuenta muy bien. Sabe el tipo de historia que quiere y cómo plantearla, cómo sacar los lamentos cotidianos. Ambientada en el rural canadiense, un entorno cerrado y hermético, plantea la vida en tres generaciones conectadas desde un episodio trivial que, precisamente, descubrimos en este álbum. Ese gancho es lo mejor de una obra algo vacía, sí, pero que devuelve el ambiente opresivo, silencioso, de los dos primeros trabajos. El de inicio, Historias de la granja, aquella extraña relación entre un niño y un tipo grande, enganchados al hockey. El segundo, el mejor, Historias de fantasmas, la separación de dos hermanos, precisamente por el hockey, el tiempo y por una mujer. En este que acaba de salir, una señora, atrapada en una casa en silencio, trata de reconciliar a un tipo con su sobrino y eso desata una cascada de recuerdos, cien años atrás, sobre un orfanato, un incendio y una enfermera.
¿Qué queda al final? Pues que Essex County, leída completa, sin tener que esperar los dos años que han transcurrido desde su primera edición en español (obra de Astiberri), es una serie estupenda con doble lectura: una historia contada de atrás hacia delante en torno a dos familias; o un relato sobre lo que se esconde tras las ventanas, sobre la condición humana, sobre lo complicado que resulta decir las cosas a la cara.