Tomo prestado el inquietante título de la obra de Ernesto Sábato -a quien tuve una vez, con 19 años, al lado en un café en Santander y fui incapaz de decirle absolutamente nada, ni las gracias por sus libros- para explicar la sensación que me deja Historias de la Granja, de Jeff Lemire (Astiberri). Es un cómic completo, aunque el autor anuncie ya dos números más, centrado en un pueblo del interior de Canadá. Desde que me enganché a Chester Brown, entro sin recelos al cómic de ese país. Aparentemente, Historias de la granja es otro tebeo más -¡otro más!- autobiográfico. Pero no. Es una historia pequeña, de un chaval que vive enganchado a los superhéroes, que no se quita la capa y el antifaz y que apenas se relaciona con su tío, quien cuida de él tras la muerte de su madre. Esto, tan breve, explica algo el título del post. El cómic se va introduciendo por una historia nada común, entre la fantasía y la realidad, con un final soprendente. Narrada en blanco y negro, lo que agudiza más la tristeza que deja algunas secuencias.
Es un tebeo ideal para explicar algunas de las dudas de la adolescencia, un cómic pensado para adultos que los chavales agradecerán por fresco y por próximo.
Me resulta complicado advertir cómo va a continuar Jeff Lemire los dos siguientes números sobre Essex County (nombre genérico del serial)… Pero ya he encontrado quién me lo anticipe, aquí…